PARA MIGUEL HERNÁNDEZ
¡Miguel Hernández, hermano,
¡Paz y salud en la tierra
que te acoge...!
¡Paz y Salud!. Ten la mano
que a la amistad no se cierra,
ni se niega, ni se encoge...
Hermano republicano,
cantor del pueblo abatido;
compeñero perseguido
por el odio del tirano,
¡Salud y Paz!,
que mañana
volverá la Libertad
como un aura en la ventana
del mejor amanecer...
si España volviese a ser
otra vez republicana...
Miguel Hernández, hermano,
Poeta del pueblo llano,
compañero: ¡Paz , Salud!
¡Salud y Paz, compañero
es deseo de un minero
desde que ha visto en la Cruz
clavado al Hombre Jesús
y, como a él, a tí mismo
por el necio fanatismo
de la España clerical...
¡Salud, hermano!...El chacal
sigue ahí...Su catecismo
es que se abra otro abismo
con nueva sangre vital...
y vuelva España al bautismo
de su mentira imperial...
¡ Paz para tí --y para tantos
porque elevásteis a cantos
la tragedia nacional...!
¡Salud y Paz!... que hay espantos
que siguen,hermano, igual.
Albino Suárez
A MIGUEL HERNÁNDEZ
Este inmenso español de pura cepa
subió montañas e inundó los prados,
y trepó con sus versos los estrados
a donde el sol de los humildes trepa.
Quien apreciar su magnitud no sepa
es porque habita con los desterrados
o porque el fuego de temibles hados
en lo estrecho del alma no le quepa.
No sigo a don Miguel por esos toros
ni porque tenga sangre de los moros
(si la tiene) y le inunda su alta veta.
Lo admiro por rebelde y porque tuvo
los temples de poeta cuando anduvo
los caminos de espinas de un poeta.
Francisco Henríquez
UNA ROSA BLANCA
Una rosa blanca en la escena de los hechos.
Sobre la piel lejana de tu tarde
Esa misma rosa se deshoja
Y enjuga las fragancias
De un sopor crepuscular.
Tu cuerpo declinante
Se contorsiona hasta llenar los espacios
De mi espera inútil.
En otro jardín
Están brotando pétalos al amanecer.
Fernando Zabaleta R.
LA PATRIA DEVASTADA
Y yo que era fecunda
altiva y orgullosa
vi a mis hijos muertos
torturados, las manos ensangrentadas
por mis valles cargados de racimos
vi el vino convertido en sangre derramada
por las anchas praderas de mi campo azulado
oí el tronar de las granadas y el silbido de las balas
hombres crueles vinieron, pisotearon el trigo
robaron mis maizales, mataron mi ganado
con las alforjas llenas huyeron, rapaces asesinos
con las alforjas llenas del oro de mis trigales.
Y yo que sonreía con el sol de la madrugada
y me adormecía cuando el sol se ponía
vi cómo estallaban las bombas
lloraban las madres
vi el hambre de mis hijos, su penuria, su miseria
los vi heridos, sucios, tristes
oí el llanto en la noche
y yo que era altanera, casi una diosa
humillada, pisoteada, vendida
ultrajada
lloré lágrimas ardientes
mis ríos desbordaron
quisieron cubrir mi tierra
de todos esos horrores
de la patria devastada.
Y yo que era fecunda, mis senos llenos de leche
una vieja inválida, humillada y ultrajada
mis ubres no dan más leche
mis labios secos no ríen
las manos duras, rugosas
arañan la tierra estéril
vestida de negro y velos
mis puños golpean la tierra
no hay miel, no hay más maizales
las espigas ya sin granos
mis ojos lloran los ríos
de la patria devastada.
Ana María Torres
NANA A MIGUEL HERNANDEZ
Reflexión
No se mata al poeta
al vaciarle las venas
ni capitula el verso
porque el mundo esté en guerra.
La muerte es un pasaje
de transición apenas
y el grito que silencian
puede llenar la tierra.
¡Nana, nanita, nana, Miguel, para tu sueño!
No más leche de tuera en tu alegría de olivo.
¡Nana, nanita, nana para tu largo empeño!
En tu voz desatada tus huesos siguen vivos.
¡Tristes hombres-dijiste- si no mueren de amores!
Y hablaste de retoños mientras tuvieras vida.
Al hijo sementado le propusiste soles
y un surco de relinchos de libertad sin bridas.
Pero, “la mala luna”, Miguel, y aquella pena
que valía más que toda, decías, la alegría,
te redujo a la sangre más allá de tus venas.
¡A ser hasta la muerte, por siempre una sangría.
Sufriste, mi poeta, tal como el hombre sufre
la libertad medida por la ley de los hombres,
que te negó la luz y te obligó en la lumbre
a cargar una cruz y grabarle tu nombre.
Mas no cundió el silencio. La poesía fue tu nido
y con la fe del pobre en tu calvario abierto,
le diste a tus estrofas gorjeos y alaridos,
trazándote una ruta en medio del desierto.
Tus amores, Miguel, mantenían el postigo
de tu ilusión abierto, en las horas amargas,
pero lo fue cerrando la muerte del amigo
y lo selló aquel hijo que te robó la parca.
¡Nana, nanita, nana, Miguel!...tu alma de encina
devota de otra vida que compense tu drama,
se que recibe cartas de amor de Josefina
como sé bien que aún muerto, tu corazón le ama.
Falta ahora que entiendan el clamor de tus versos,
en cuanto repetiste que “el polvo no es la tierra”
que siendo ya un cadáver en la campiña inmerso,
querrías cuajar en planta después de tanta guerra.
Casi a la edad de Cristo, sin nanas de cebolla,
con su pulmón vencido partió Miguel Hernandez,
y entre el cielo y la tierra sus versos nos arrollan
con la chispa del genio, eterna entre los grandes.
Elvira Sevillano Marco
Déjame la Esperanza
por Elena Liliana Popescu
(De Orihuela, su pueblo y el nuestro,
se ha ido como un rayo, Miguel Hernández,
con quien tanto queríamos)
A lejanos y solitarios confines
la enamorada muerte te llevó consigo...
Habrás encontrado tus almendros en flor,
Al amigo perdido, a tu compañero del alma.
Le habrás contado, despacio, todo lo pasado
desde que te quedaste solo con tu dolor,
En el campo de almendros espumosas,
cuando se fue como del rayo
y tú seguiste tu sino hacia la libertad.
Juntos bajo la higuera perfumada
le habrás dicho en las auroras de nácar
adonde te llevó el río de la vida
Aunque si volvieras
nacerías otra vez luchador, poeta y enamorado
de la naturaleza, por mucho que sufrieras...
Maltrecho por la vida y el amor,
estrecharías a tu hijo contra tu pecho, fuerte,
casi hasta cortarle la respiración,
Y a tu amada, que dejaste de modo pasajero.
Buscarás ocultos elixires...
En ti mismo hallarás un buen consejero.
Confiado en tu secreto destino
volverás como un rayo algún día
dueño de tu impetuoso genio
y sin la poesía no podrías vivir...
Traducido por Joaquín Garrigós
PECES
la silueta de submarino
en el muelle aceitoso.
Una pasión ancestral,
hace brincar los peces.
La luna es la mirada que los tensa
y los celebra como diamantes de sal.
Cristina Daneri
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