sábado, 19 de enero de 2019

A SOLAS


Como el relámpago
así te impregnaste
con el mismo fuego
doloroso de la cicatriz.

Qué importó la frialdad
y claridad del arroyo
para humedecer las manos
de arenas candentes.

Tampoco fue suficiente
la dureza de la roca
para cubrir esta guarida
donde guardo tu adiós.

Como la lluvia
menuda y penetrante
así están las honduras
de los derretidos recuerdos.

Mientras debajo del orbe
donde solía la sombra
juguetear anochecido
tu sonrisa, hoy es, sollozo.

Por eso cuando descubras
que ya no se puede resistir
este asedio del abandono, sabrás
que, liberado y viva está, el silencio.

Orlando Ordóñez Santos

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