Me pediste que escribiera
de nuestras seiscientas veces,
de esos veinticuatro meses
de la última a la primera.
Me pediste que dijera
que somos dos incansables,
con deseos insaciables
por amarnos cada noche
y derramar en derroche
pecados inconfesables.
Me pediste que te amara
por el resto de la vida,
y así hasta que Dios decida
que mi boca te adorara.
Me pediste que abrazara
las noches junto a tu piel,
y que bebiera la miel
porque siempre serás mío
que a tu lado se irá el frío
que no habrá momento infiel.
Me pediste mucho amor
y seiscientas veces más,
me dijiste que estarás
esperando mi calor.
Que no existe alrededor
quien iguale nuestras ganas,
en las noches o mañanas
tú siempre querrás amarme
a tu cuerpo siempre atarme
por muchas... muchas semanas.
María Magdalena Pérez Quirino
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