sábado, 17 de noviembre de 2018

LA SOMBRA DE LA VELA


Allí donde se abrazan los vientos, aquellos furiosos y también los suaves, bajo la luna llena de una noche fría de febrero, no se veía a nadie por el sendero de las afueras del pueblo. Sus habitantes se habían quedado acurrucados al lado de las chimeneas. Brillaba mojado por la tormenta solo el viejo techo de la villa al final de todo, que parecía abandonada. Únicamente la sombra de la tenue llama de una vela que se movía intermitentemente tras las cortinas, revelaba la existencia de su peculiar poblador, el viejo soltero Francesco Malvagi.
En la oscuridad de su caserón, los truenos resaltaban bestiales e infundiendo aquel miedo que te hace temblar. El frío penetraba doloroso en los huesos del habitante y le hacía acelerar sus pasos, que dejaban marcas de barro por el suelo. Acababa de resguardar a sus cuatro perros que ahora le seguían fieles, asustados por la nocturna tormenta. Un gato maulló en el umbral externo del portal, pero nadie le abrió, y su presencia hizo ladrar a los perros. Malvagi les hizo callar y les regañó. Después prosiguió su camino, hacia la escalera del altillo.
Al llegar al umbral, su mano temblante metió la grande llave en la oxidada cerradura y abrió la puerta inflada por el moho. Las orejas de los perros se inclinaron inquietas hacia atrás. El último se rascó con su pata trasera, y el ruido del movimiento sonó angustiante tras el rayo. El trueno que siguió hizo vibrar la casa. El dueño se paró por un rato, luego pisó vacilante el umbral. Los perros no se atrevieron y se quedaron a esperar fuera. El viejo levantó la vela por encima de su cabeza y empezó a explorar el montón de cosas viejas e inútiles, que tenía acumuladas allí. Parece que no buscaba nada, solo miraba fugazmente, uno por uno, los antiguos objetos que consistían la poca herencia que le había dejado su padre hace años antes de morirse. Entrecerró sus ojos, y en su mente surgió lentamente como una serpiente, el sueño de la noche anterior: el cadáver corrupto de su padre (...)

Rossi Vas

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