viernes, 21 de septiembre de 2018

REFLEXIÓN


Creo que llega un momento en la vida del hombre, en que necesitamos recobrar parte de la misma, por lo cual escarbamos en nuestra propia historia, preguntando a los "viejos" ¿cómo éramos?, la mayoría lo hacemos viendo fotos de eventos pasados que nos han resultado inolvidables, incluso fotos antiguas y viejas en que nos observamos con dulzura, con ternura, con risas y hasta con llanto viéndonos niños o jóvenes, acariciándonos a nosotros mismos a través del tiempo y la distancia. Muy pocos tenían su proyector de filminas o de películas familiares, demasiado pocos. Y no sólo nos añoramos a nosotros mismos, también añoramos aquellos recuerdos memorables en compañía de nuestros padres, amigos y hermanos que se han ido, que cumplieron su ciclo y su misión pero dejaron su huella imborrable en todo nuestro ser.

     Era maravilloso oír a nuestros padres, tíos o abuelos relatar historias familiares, o de otra índole muchas de ellas inventadas o formateadas con realidad y fantasía, pero ahí nos tenían absortos, con los “pelos en punta” esperando saltar de miedo o reír de acuerdo al desenlace de las mismas.

     Algunos otros escribimos desde pequeños un "diario". Era muy emotivo para algunos padres regalar un "diario" a sus hijos. Este diario era nuestro mejor amigo, nuestro confidente, el testigo de nuestros descubrimientos, de nuestras pillerías, de nuestras alegrías y de nuestras tristezas, corríamos a él para plasmar nuestros "estados". El candadito o cerradura que traían algunos no era del todo suficiente, era celosamente guardado debajo del colchón, dentro de una almohada, etc., era incompartible y, protegido con todas nuestras armas infanto-juveniles.

     ¿Pero qué pasa cuando hemos perdido todo ese valioso y querido bagaje? Que hemos perdido inclusive hasta a las personas que podían ayudarnos a recobrar toda esa memoria. ¿Llegamos a sentirnos como una página en blanco? o forzamos dándole crank a nuestros herrumbrados y vetustos recuerdos, algunos incluso por vez primera. 

      Ahora, debemos escribir una historia, nuestro “diario” de los recuerdos que nos permita explorar y sacar nuestro cerebro. Muchos de ellos serán incompletos, fragmentados igual que toda nuestra vida, la cual pedazo a pedazo hemos ido construyendo.

Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


No hay comentarios:

Publicar un comentario