jueves, 19 de julio de 2018

EN VERDADES AUSENTES


En verdades ausentes
He aprendido a callar.
A guardarme lágrimas.
A sonreír sin ganas.
A tachar mis páginas.
Mis voces gritan muy calladas.
Un llanto seco me desanda.
Sonríen mutiladas mis miradas.
Y. Mi propia historia se desangra.
Cada espacio de mi cuerpo
llagas sufren de dolor.
Y en mi soberbia de cuerdo
no me redime el perdón.
Así transito calles abandonadas.
Llenas de miserias y caras desoladas.
Que no aspiran ni esperan nada.
Sólo las sobras de quien los manda.
Y miro mis manos limpias y vacías.
Llenas de nobleza. Llenas de caricias.
Cual si estuvieran leprosas y sucias.
Todos se alejan. Huyen su presencia.
Y me quedo triste en verdades
ausentes.
Todos mis ideales en hielos se caen.
No entiendo por qué es así la gente.
Y en un mismo lodo se arrastran y
lamen.
Todo es cinismo e hipocresía.
Compra el dinero pobreza y decencia.
No admite sueños. Sin más se
suicida.
Como un paria... Camina...
Camina.

El hombre de su letargo
vaporoso despertó.
En un mundo caótico se encontró.
Cerró los ojos... De nuevo los abrió.
Su espejo en mil pedazos se rompió.
La realidad que vivía de tal forma
idealizó.
Que un mundo de quimeras en el
agigantó.
Por eso duele tanto que se muera
sin razón...
La esperanza. La dignidad.
La ilusión.

Eduardo N. Romero -Argentina-

No hay comentarios:

Publicar un comentario