martes, 8 de mayo de 2018

OLIMPO EN LA CIUDAD


En el eco de la noche viaja,
con trémula voz de un ahogo,
los aullidos de un viejo lobo,
antaño esclavo de la navaja,

haces de incesante neón
persisten en la oscuridad
tras los barrotes de la ciudad,
desoyendo una gris razón,

pretenciosa en su magnitud
eleva el sonido del lamento
hasta un frío firmamento
sin luna, estrellas ni virtud,

vuelan hordas de cuervos
sobre los llantos de incautos
entre las sombras y atributos
de reos y sometidos siervos,

y desde allí, como dioses en el Olimpo,
los buitres vestidos de negro frac
quedan al margen, en su vil disfraz,
de las brisas nocturnas del limbo,

manejan destinos y cuentas bancarias
sin que la sangre manche sus manos,
sangre inocente en lugares lejanos,
en los ecos de trémula voz, plegarias,

siempre muere el mismo cautivo,
siempre tantos corderos degollados,
bajo la navaja de lobos arengados
en manadas de sables bajo el olivo,

es, una ciudad gastada al cemento,
la oscuridad vendida sin alma,
la vida arrojada al sol del alba,
la vida, terminada sin aliento.

Angel L. Alonso

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