sábado, 19 de mayo de 2018

EL PERRO MEÓN


Caminaba por las calles
de mi querida ciudad
canturreando una balada
me sorprende lo que vi:
un callejero perrillo,
criollo y sin pedigrí,
que se acerca cauteloso;
se detiene, alza su pata y mea,
de la cintura a la espalda,
a un desprevenido peatón
que sentándose en la acera
contestaba el celular.

Sintió el caliente fluido
recorrer sobre su piel
e indignado levantose
corriendo tras el causante
del injusto deshonor.
Se quitó la camisa airado,
mirola y olió a la vez,
y enseguida detectó
la humedad que en ella había
y el acre olor del berrenchín.

Él quiso cogerlo a patadas,
más el perrillo corrió,
y quedose murmurando,
con la mirada hacia el cielo:
“¿Qué mal habré hecho en vida
para merecer esta infamia
que este inconsciente caniche
en mi ropa me dejó?” Y agregó:

“Unos nacen con suerte,
otros cubiertos de sal;
del capricho de la vida
no podemos escapar.
Me tengo que resignar
al insidioso infortunio
hasta que la parca infame
a mi vida ponga fin”.

ABEL RIVERA GARCÍA.

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