domingo, 13 de mayo de 2018

DEBERÍA DE ARDER TROYA


DEBERÍA DE ARDER TROYA ahora que han hecho un descaste de ángeles en el cielo y los buitres señalan donde yacen las creencias convertidas en carroña mirando hacia un vacío infinito, mirando en nuestra dirección.

Anoche socorrimos al Defensor de las Causas Perdidas que había vuelto a ser apaleado en un callejón: Otro golpe de tiempo más y hubiese entregado la cuchara con la que almuerza tantas hambres.

Arden los horizontes y los ojos de mi amante en esta noche de sofoco y simulacros de quimeras. Pero no se harán eco los diarios de este incendio forestal con obsolescencia programada, preocupados como están en desinformarnos a base de empacharnos de noticias… ¡Nos tienen bien tomadas las medidas para que nos sintamos cómodos en el ataúd que hace juego con nuestras legañas!

¡¡¡Debería de arder Troya!!! Pero Troya queda tan lejos y tan cerca su caballo, que al escribir nos salen las estrofas con el pie quebrado y la inconsciencia colectiva.

Se nos ha aparecido la luna arrastrándose por un descampado: Consume poesía de esa cuyos versos colocan y le sirven de armadura en el país donde desvive y donde hasta el aire es enemigo.

Se ve avanzar el fuego iluminando los horizontes de ningún lugar. Puede que sea Troya lo que esté ardiendo, pero los ígneos ojos de mi amante y la camada de imágenes cóncavas a la que pertenezco nos empeñamos en fallar (¿O era follar?) donde falló (¿O tal vez folló?) el tío Leonardo: Pretendemos asaltar primero Manhattan y ya si tercia, otro día que nos venga al pelo, pediremos cita por si Berlín se deja conquistar.

Pero es Troya la que debería de arder… ¿O tal vez sea su caballo?...

Francisco Tomás Barriento Eusebio

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