lunes, 10 de julio de 2017

TIEMPO DE SILENCIO


Hay cartas que nunca fueron enviadas por no hacer daño, y aunque el buzón de la vida tiene aristas cortantes en su flagelado nimbo; recuerdos marchitos, pronósticos del ayer, venganza de un recreo
florecido que termina en un agua indescifrable como el llanto de la amapola asida al desnudo ligero de su talle, el motivo más pequeño engrandece si no haces grandes cosas a la vista de todos. No me
queda más remedio que recurrir a ti paladín del desierto que enarbola la ingravidez que sustenta y enajena. Silencio: qué cómodo estás en tu butaca de carmín y grana; cómo te denominas abonado del mar si eres como la inflexión, un nudo aparente que se implanta en la llanura del acto. No te detengas, albergue incruento de un dios que a veces provoca la caricia; entrena tus quehaceres, nada es sin el cuidado que exige la constancia. Hoy propongo la disminución de tu cuerpo, no cabrías en mi cuarto. Has crecido tanto que deterioras las paredes de mi casa. Sé que estás triste por mí, que no quieres perderme y te lo agradezco. Son dichos que plagian la lujuria de tu casa Brahma, pero trátame con igualdad para desheredarte un poco, para liberarte de tu generosa adhesión. Lléname de peros pero absuélveme de ti; a esta inflexión que alojas le faltan “muchos pocos” para propagar la vida. Mas ¡oh, silencio que tanto me diste!, no dudes del acento que tus manos revisten en la versificación de tu sonoro silo. Soy literatura amenazada de cerezos cuando la niebla sopla y se aleja al confín del horizonte.
Amenizada tarde la que reprime el verso escondido en la espuma del mar. Vibra el sosiego del crepúsculo entre los árboles que encarnan en hojas transparentes que conducen su savia al reguero de una siembra permanente – todavía no hay nada que recolectar y todo queda por hacer -. Giras entre mis dedos inasequibles al descanso, inasibles a la acción ; transitas por entre los racimos de estas ruinas que engarzan un océano en sus ocaso, asistido de mi fiel voluntad.
Hoy te tengo una sorpresa, amigo Silencio, te saluda la voz que prospera en secreto. No me muerdas con tu brisa de quebranto, esa de cárcel aciaga, sea más bien con la festiva, la del requiebro.
Pareces granado en tu misterioso enigma...
El silencio se queda conmigo muchas horas y me insta al oído: -Ahora me voy. Sólo volveré cuando me llames-.
En el crespón colindante al verso dormido se halla un aroma que inunda de alegría la paz del corazón con su flor blanca de jara verde.

Laura Olalla -España-
Publicado en la revista Oriflama 30

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