Bajo la neblina y nubes calestes,
la mar verde de plantas y café,
escucho el canto del barranquero;
a su lado te veo hechizada por los anturios,
acariciando Martín, tu fiel perro,
y besada por un canuro.
Más allá, en Marcella, municipio del reinado de la gallina criolla,
tu aplauso de niña traviesa celebra el colorido desfile plumífero.
Mi imaginación saltó a Santa Rosa de Cabal,
a los atardeceres en Guatapé y su parque de luna azul.
Conocí el retozo orgulloso con tu selección de fútbol de amarillo, azul y rojo (los colores de Bolívar),
mientras examinabas los bordados turcos
y las decoradas uñas de manos y pies.
En mayo te cubres con la Santísima Madre de Jesús.
En invierno te aprisiona la lluvia de tres días.
La nostalgia te rodea el Día de las Madres.
La foto tuya y tu caricatura:
Cabello castaño y galluza, lentes, sonrisa, ojos achinados color miel, piel de musa.
Gozas ese postre de gelatina de avellanas y queso crema,
y los increíbles diseños en frutas.
Una zigzagueante me sube a la nublada cima del Peñol.
Mis ojos nadaron en los lagos turquesas.
Caminé el puente que une pequeños islotes con formas de mariposas.
Deambulé por el pueblo de techos rojos
y carretera de curvas suaves como de virgen.
Muchacha del Eje Cafetero, eres nuestra compañera y compañía.
Mundo mágico, me despido con un hasta luego.
Manuel Herrera
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