Vos, lobito mío,
sos una de las crías
que no alcancé a devorar
(¿me sacaste el hambre
o llegaste cuando estaba saciada?).
Ya sabés erizar el pelaje
más tarde te enseñaré
a orientarte en el bosque
a esperar el momento
de distracción de la presa.
Vos, lobito mío,
disfrutá las caricias
aprendé a ignorar las uñas.
Ahora te nutro:
tu avidez rodea el pezón cargado
te hartás de leche dulce.
Muerta también seré tu alimento.
Seremos, en el final
carne vuelta a la carne.
Griselda García -Argentina-
Publicado en La Náusea
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