lunes, 10 de julio de 2017

DE MAYOR QUIERO SER CIENTÍFICO LOCO


Habían sobrevivido a todos los obstáculos que coloqué en su camino: rayos láser, sierras giratorias,
artefactos explosivos, trampillas automáticas, plantas carnívoras, plataformas electrificadas, alfombras de púas, robots guardianes… Esos cuatro malnacidos lograron entrar en el laboratorio pese a todos mis esfuerzos, dejando por los suelos tanto mi autoestima como mi reputación. No me quedaba otra alternativa más que encargarme personalmente de ellos…
Activé la cuenta atrás que autodestruiría el cuartel general en menos de diez minutos, y me abrí hueco hasta la cápsula blindada desde la que haría frente a mis enemigos.
Impenetrable una vez puesta en marcha y recubierta por varias capas de metal sintético a prueba de
bombas, este prodigio de la ciencia (mejor dicho, de MI talento) sería la tumba de aquel cuarteto tan intrépido como molesto.
Llegaron pocos segundos después, con la firme intención de poner punto y final a mis planes de dominación mundial. ¿Quiénes se creían que eran esos perdedores para limitar mis ambiciones? Su osadía les iba a salir muy cara, y no tardaron en descubrir que no mordería el polvo con facilidad. Accionando un único interruptor, suprimí de la ecuación a uno de los recién llegados, todo gracias al cañón de plasma adherido a la cabina.
Conmocionados por la repentina pérdida de su compañero, los tres supervivientes pasaron al ataque sin mediar palabra. Detuve un instante la mirada en el panel de control, y vi que tenía tiempo de sobra para rematar la faena y huir antes de que la base estallara en mil pedazos. Mientras la máquina era acribillada por multitud de proyectiles que no le hacían el menor rasguño, decidí pasar definitivamente a la acción.
Cuando estábamos a punto de comprobar quién se alzaría con la victoria, un ruido estridente hizo
añicos la ilusión. El timbre nos indicó como de costumbre que la media hora de recreo había terminado, y todos (incluido Paco, que llevaba en el suelo desde que “lo maté”) echamos a correr escaleras arriba para continuar con unas clases que, al menos a mí, no me interesaban en absoluto.
Al día siguiente, ellos y yo retomaríamos el enfrentamiento justo donde lo habíamos dejado… la espera se me iba a hacer eterna…

Israel Santamaría Canales (España)
Publicado en la revista digital Minatura 155

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