lunes, 10 de julio de 2017

ASEANDO LA CASA


Barrer espinas,
     abrir clausuras,
     emparchar techos,
     carpir costras.
     Y al pisar
     aquel suelo firme,
     dar con el tablón desclavado.

Las puertas,
     los benditos postigones,
     las manijas desdoradas, todo,
     se queja
     del olvido.

Remover escombros
     en cada rincón,
     hasta que se encienda el alma.
     Dar vuelta a los colchones
     nostálgicos de amor
     y hallar
     el otro lado del cotín.

No llorar,
     no cansarse en la faena,
     llegar hasta la lucerna
      (desde el hondo sótano
     con sus añosos vinos
     de cuerpos polvorientos),
     y no saltear los escalones,
     en cada uno
     está la imborrable marca
     de nuestros pasos.
     Cuando la casa brille,
     festejar el retorno
     y emborracharse de memoria,
     mientras se aviva el fuego
     de la gran chimenea.

Del libro Los indicios de HAIDÉ DAIBAN
Publicado en Ágora 18

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