martes, 20 de junio de 2017

SALVACIÓN


Visité a Ho Lin Wei dos años después de haber recibido el diagnóstico. Llegar a él no fue fácil, tampoco fue la primera opción: al principio yo desconocía su existencia.
Fueron los González quienes me pusieron en contacto con su gente. El sabio chino había salvado la vida de su hijo mayor. Callaron los detalles del tratamiento. Hicieron bien, después de todo lo único que nos importa a los enfermos es la cura, no su costo.
Encaré sin dudar las escaladas por los inhóspitos muros y las largas caminatas.
Tras días de peripecias llegué por fin a su encuentro. Una figura pequeña, de edad indescriptible y rostro apergaminado, enmarcado por un par de finos bigotes negros que le llegaban a la altura de los hombros. La túnica de seda roja bordada con hilos de oro lo asemejaba más a un soberano que a un hombre del estudio y la medicina.
Me tomó de las manos y me nombró, como quien espera durante mucho tiempo una visita. Nadie le
dijo quién era yo, él ya lo sabía. El resto fue silencio, excepto en mi mente. Dentro de mi cabeza yo oía sus ideas y entendía todo lo que me decía. Asentí a todas sus preguntas.
La muerte me perseguía y el hombre parecía poder detenerla. Sí, le dije. Sí a todo.
Un par de días después amanecí en casa. La consulta médica arrojó resultados inesperados. Cura. Total, definitiva, inexplicable.
La felicidad fue completa hasta que comenzaron el insomnio y la sed.
El hijo de los González me esperaba el en umbral de la ventana la primera noche que decidí salir. Me guió a una presa animal, sin embargo eso no  sería suficiente para Wei, aclaró. Así capturé a un indigente que no reaccionó a tiempo. Lo llevamos aún con vida al centro de transfusiones que operaba como pantalla de una planta de tráfico de sangre humana.
Me dejaron probar un poco y sentí la energía de la vida atravesarme con furia.
No me detuve más. Tampoco volví a los animales. Ahora estoy curada y deambulo de noche. Estoy sana, soy feliz a mi manera y cumplo con mi cuota para Wei y su ciencia.
Soy, como tantos otros en su plan, su esclava. Le debo todo.

María Victoria Vázquez (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 155

No hay comentarios:

Publicar un comentario