viernes, 23 de junio de 2017

PALABRANDO, UN ESPACIO POÉTICO ARREBATADO


Sale el trapecista,/ el público  comienza a respirar por los intestinos. ¡¡Y ahora  el doble salto austral, con los ojos vendados/y las manos en los bolsillos, silbando!!

Emilio González Martínez, nacido en Buenos Aires en 1945 y exiliado en España desde 1977, es psicólogo, psicoanalista y poeta. Pertenece a la Asociación Escritores de Rivas y a la Asociación Cultural Letras Vivas. Su obra publicada es de un respetuoso interés por  sus propios valores. La poesía que es lo mío, en cosas de la mente u otras circunstancias bien que me pierdo. Pero su poesía atrapa por el juego de su contenido y la palabra: es decir, sentir poético de la escritura del verso alimentado por la hondura del crecimiento de  lo vivido.
“Recuento antiguas hojas de vida,
 caídas como primaveras de silencio.
 Recuerdo esta misma hoja
cayendo ahora torpemente,
renglón a renglón”.

Toda una sucesión de pasajes Le van tallando y componiendo su propia existencia suspendida de recuerdos. Si no se cuenta con la sencilla palabra vestida de nostalgia no es fácil crear vida poética situando la razón de ser en lo físico de la evolución de sus propias circunstancias, aquellas que lo hacen así mismo. Y bien  podemos decir lo obligan a tomar partido ante el sinvivir de la propia existencia

“Si algo hay que gritar seré del Sur
frente al norte del lamento monetario
 y la técnica perfecta ( para sonreír.”

El poeta se analiza así mismo desde  la distancia existente entre el transcurrir de su vida recorriendo el tiempo pasado

“No hay en tu memoria / ni un crujido / de nostalgia”,  que apoyado en su rico lenguaje nos va mostrando las huellas con los crujidos propios del tiempo almacenado que remerge. Y todo el inquieto transcurrir de su memoria, alimentadora de nostalgia imperecedera.

“ Casi detrás del tiempo,
donde el agua enjuaga sus miserias cotidianas
 volvimos a encender los eslabones,
las pesadas cadenas de la libertad,
los artilugios del quebranto
y nadie quedó a la espera,
nadie volvió de la esperanza”.

La soledad de lo vivido atenaza el inquieto transcurrir de su golpeadora reminiscencia inquieta, jamás volverá la calma, sería un autoengaño que su propia uniformada mente se negaría al autoengaño

“Desafinado el corazón,
un sopor angelical
acolcha las paredes del cerebro.
 Lo que deseo es que me hablen,
lo que no soporto es que me hablen
y cuando se me caiga la cara, qué”.

Situaciones que las circunstancias involuntariamente han experimentado en el sendero de su estar presente. Imposible escapar de lo vivido, incluida la pasión amorosa, toda una propiedad difícil de trasladar al olvido, pues su golpear es insistente e insobornable.

“Sonaron los timbales atroces,
los vibrantes clarines del circo
 y el trapecista vino a soñar
ser un trapecio
enfundado en malla de luces
 de la cabeza a los pies,
ciego a la pista
y a los leones feroces de tristeza.”

El poeta muestra el desencanto propio de su tristeza acumulada, sin venero de limpia transparencia con la que calmar la sed de lo interpretado, ya sin esperanza, quejumbrosa andadura sobre un camino sin trocha por  la que poder apartarse.  Sin destino a otras esferas.

“Las miradas del recuerdo
se hacen de noche palabras,
se hacen ruiseñores ciegos
 en las costuras del verbo.

Hay un punto que nos mira
inconcluso en su decir,
una mirada canalla,
punto de mira febril.
En la trama del otoño
vengo a la pesca de escorias.
 vengo por sueños dormidos,
hojas de carne y papel.”

Francisco Vélez Nieto
Publicado en MUNDIARIO.

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