domingo, 18 de junio de 2017

AGRIETADO


Cruzar la puerta hacia el sol,
mientras se abrasa el alma,
y seguir caminando lento
sin que nada lo impida,
abominando el miedo,
con la incertidumbre ajada,

atravesar el estridente calor
sobre un desierto en llamas,
clamando al ácido viento
un lamento y una mentira,
una oración sin credo
y la razón desesperanzada.

Llegar a puerto sin arribar,
quedarse en la dársena
de un astillero abandonado
a una suerte de vaivenes,
imprevistas olas de miseria
que motivan una fútil ira,

sentarse en la proa y divisar
neones sobre una escena
en la que el caballo alado
cuelga como los peleles,
de los corazones sin materia
en una vanidosa mentira.

Romper los hielos del dolor,
en trozos de contenida mirada,
para esparcirlos sobre la arena
de una playa rocosa y viva,
donde rompe el mar su llanto
y se ha izado una bandera,

gritar con ojos de fuego y honor,
extinguido en una dulce lágrima
que brota inerte y se encadena
a la siguiente que yace perdida,
en aquel desierto camposanto
donde llora la luna que espera.

Angel L. Alonso

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