Y lo hicimos despacito
en la hoguera de mi piel,
encendiendo con la miel
de su beso lo exquisito.
Libando muy suavecito
todo el néctar de mi flor,
y en delicioso temblor
entregué completa el alma
mientras nuestro amor se empalma
en sueño trasnochador.
Un sueño trasnochador
que se agita con derroche,
y en lo obscuro de la noche
él... se vuelve un seductor.
Cuando me besa, el rubor
de mis mejillas explota,
y le entrego gota a gota
una lluvia de locura
con una cabalgadura
que le dice: «trota», «trota».
Y si de trotar se trata
aquí tiene mi cadera,
que lo espera como fiera
entre llamas de fogata.
Y en musical serenata
la sangre empieza a viajar,
dos pieles a copular
con caricias excitantes
y con fiebres delirantes
nuestras mentes desnudar.
María Magdalena Pérez Quirino -México-
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