martes, 18 de abril de 2017

UN DÍA SENTADO


Un día sentado
maquinando
sobre el existir del tiempo
detrás de mi cayó la hoja
mientras el árbol algo murmuraba
en su estadía y sutil danza verde.
Yo oí esa caída suave
entre el rumor saliente
de un día aquél
entre la braza de un Sol alto
Y perpetuo.
La hoja se había desprendido de lo alto
heroica
mientras mil quinientas hojas
más
me replicaban en mis oídos:
¡Recogerla!, ¡Recogerla!...
Ayer había llovido
y fue como un despedazar del cielo
y una danza de cristales y fragilidades,
en el patio quedó el lodazal y el agua,
el callejón en las afueras de la casa
fue un río de fiebres oscuras.
... De la calle arriba venían las olas (Calle Washington)
Bajaban como serpentinas y serpientes acuáticas tan rápido por la ladera de la calle de a lado (Calle Héroes del 47)
daban vuelta vuelta por esta calle y sus aceras (Calle Tacuba)
chocaban con las banquetas como ráfagas de mares
penetraban por la única entrada a las casas pequeñas...
por entre ese callejón pasaban
las aguas
una, dos, tres casas y
entraron a la mía
inundando los cinco cuartos
primero el cuarto de madre
luego el cuarto de los roperos
pasando su ducha infectada
por el otro cuarto pequeño,
y luego a mi cuarto.
Había un Tío, vecinos,gente empapada
luchaban por destapar
un cuadro de piedra,
para que todo desaguará...

... Un día
sentado, maquinando
sobre el existir del tiempo,
detrás de mi cayó una hoja.
De inmediato escuché al árbol
querer crear un ungüento
verde y más verde
para ser un vegetal confiable
para que sus hojas ya no cayeran.
Y las mil quinientas hojas
nos gritaban:
¡Recogerla!, ¡Recogerla!...
Las ramas y la frondosidad pensaban
en la hoja
al igual que el Poeta:
La imaginaban como una especie
de doncella
de cabellos verdes,
de húmedas pieles enamoradas.
Recordó el árbol
como él y la hoja
hilaban el aire
entre sus hachazos cotidianos
y entre los flechazos de un Sol
enardecido,
recordó como ella un
día le dijo:
Que si no la amaba,
alguna mañana cualquiera,
alguna tarde cualquiera,
algún día se iría
después de un torrente
de profética agua.
Y el árbol y el Poeta pensaban...
-¡Recogerla!, ¡Recogerla!
Clamaban las demás hojas
entre las todavía
frescas y empapadas ramas,
entre la frescura y un Sol próximo,
pero la hoja se iría.
¡Recogerla!, ¡Recogerla!
Y recordaron el árbol y el Poeta
a la ya lejana hoja.
Y recordaron el árbol y el Poeta
a la ya lejana hoja que les dijo:
Que el amor siempre por aquí anda.
Que hay que visualizarlo
entre las mil hojas diarias.
Aquí entre lo verde, la plata y el oro.
Y recordaron que la hoja un día les dijo:
Que aun al amor en silencio
hay que oírlo.
Que al amor en todas sus formas:
Siempre hay que oírlo.

Saulo Spot

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