jueves, 20 de abril de 2017

REFUGIO SIN CERCA


Qué convincente está el acosador
cuando finge que se está ocupando del bien y de la felicidad
de su desdichada víctima
y le asegura que los deseos de ella van
en contra de su salud y de su conciencia,
qué grande necesita que su prisionero le vea, qué generoso y noble,
sin dejar de atormentarlo y estorbar
la satisfacción de todas sus necesidades,
qué minuciosamente va minando su esperanza
por conquistar en su mirada el trofeo de esa grandeza
de la que tan sediento está su enfermo orgullo,
dice que es quien mejor cuida de él y más lo quiere
y cuando él busca una prueba,
se topa con el más avaro vacío porque un orgullo pequeño,
cuando da, siente que se humilla
y solo es capaz de robar,
qué insignificante hace sentirse al que persigue,
cómo lo asfixia, lo ridiculiza, lo arrincona, lo banaliza
mientras que él afecta la más completa dignidad,
la honradez, decencia y aptitud que al otro le faltan,
el acorralado cree que es el más vil de los hombres
y en él, en cambio cree contemplar
ese sueño de dignidad que siente casi perdido
y aun si lo incubó en su infancia, piensa
que lo roba de él y no sospecha que es él
quien le ha robado llevado por la fría envidia
y la locura del irresponsable que no es consciente
del daño que causa su infantil y compulsiva farsa,
yo no necesito dominar a ningún ser humano
para sentirme orgulloso,
mi orgullo es no robar, no hacer daño, no jactarme, no causar dolor,
ponerme de parte de la mera justicia sin buscar originalidad,
completamente fiel a lo que exige la razón
pero también, conservar mi libertad,
ser leal a mi corazón, al bien que llevaba dentro cuando nací,
tú no frenas mis impulsos, dejas que viva como siento
y abres a mis deseos la puerta de tu propia vida,
no toco nada que tú no quieras y disfruto del resto,
que es el secreto que escondía el mundo para mí,
ni tú ni yo necesitamos
hacer daño alguno para ser dichosos,
los placeres del que goza de la violencia
quizá sean intensos pero con seguridad que son grises,
tan grises como la felicidad que un demente
encuentra en uno de sus delirios.

LUIS RAFAEL GARCÍA LORENTE

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