Aporrearon insistentemente la puerta mientras, al otro lado, el hombre saboreaba el último trago de vino que le quedaba.
Ajeno a los golpes, introdujo los pies por el cuello de la botella tristemente vacía y retorció su cuerpo varias veces hasta acabar en su interior. Como pudo sacó un papel de uno de los bolsillos, escribió algo en él y lo lanzó al exterior. Con lágrimas en los ojos colocó el tapón a la botella y se encerró en su nuevo hogar.
Cuando el cerrajero, acompañado del secretario judicial y de la policía, consiguió entrar en el domicilio para ejecutar la orden de desahucio, solo encontraron un mensaje sobre la mesa: “SOS, salven el mundo”.
Finalista III Concurso de Microrrelatos Pro Derechos Humanos
Carlitos Calamidad (seudónimo),
Montcada i Reixac (Barcelona)
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