Amaina, corza, tus temblores
y ceda la negrura que el espanto hostiga
en tus ojos inocentes.
Reposa tus trémulas manos
en el algodón de la brisa arrulladora
y contén los trepidantes latidos
de tu corazón azarado.
Amaina, corza, tus galernas
en el hálito de la palabra venerada,
percibe el soplo del ángel,
deja que tu boca agostada
se colme del agua resucitadora,
y tu sudorosa corteza
remanse en el pacer de la hierba consagrada.
Amaina, corza, tu dolor, tu ira,
y enrédate en las cuentas
del acebo brotado sobre los guijarros del desaliento.
Quiebra la celosía que enclaustra tus clareceres,
rasga el tul,
y escupe la pez que ennegrece tus adentros.
No más barros rotos de aberturas perpetuas,
no más torrentes túrbidos,
no más árboles renegridos por el ímpetu traidor.
Déjate guiar al vergel
donde tus dientes retomen
el rumiar de los blandos brotes,
donde fulgure en tus ojos el destello anaranjado,
y donde tus celosas orejas arrullen
el meloso silbido de las alas de las mariposas.
Llénate del aura clemente,
aquélla en la que, ansiosa,
tragabas la leche de la vida
bajo el vientre cálido del sueño albar.
Amaina, corza, el clamor de tu abandono,
y retiñe tus andares
en el dócil blancor de la laguna libertadora.
Mª Carmen Prada Alonso -España-
(Poema ganador en el Certamen de Poesía: “María Fuentetaja” 2014)
Pubblicado en la revista Oriflama 26
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