Como ese perro, amor, vengo apaleado.
El rabo entre las patas, así vengo.
Sólo con la mirada me sostengo
con sarna pestilente y soterrado.
Cansina la postura. Deslenguado.
Con úlcera, con hambre de abolengo;
sin dueño y sin un techo me prevengo
de una nueva pedrada por confiado.
Así te sigo, amor. Así, perruno.
Arrastrando el aullido y el ayuno,
sediento y desasido de tu casa.
Porque me dejas tú… como un gemido
que famélico avanza sin un ruido,
invadido de pulgas y sin traza.
Brígido Redondo. México
Publicado en la revista Oriflama 22
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Hace 14 minutos
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