Él se sentía deshumanizado. Deshumanizado cada vez que contemplaba, to-das las mañanas, su rostro amarillento frente al espejo. Ese rostro que había perdido su luz. Que se había apagado, gracias, a que la luminosa presencia de ella le había abandonado.
Escrito en el Café Comercial / Glorieta de Bilbao, Madrid, 22 de Noviembre, 2011.
Del libro Rueda, rueda y otros textos de SONIA LÓPEZ
Publicado en los Cuadernos de las Gaviotas
jueves, 8 de agosto de 2013
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