domingo, 18 de agosto de 2013

LAS REPARACIONES

(Artículo de 1921)

     Esta película de las reparaciones, es de las de serie. El papel de villano o malhechor en ella, lo hace Alemania. Y, lo mismo que en el cine, cuando todo parece anunciar que los buenos han triunfado de los malos, y que los miles de millones van a cobrarse, y Lloyd George le echa unos piropos a Briand y Briand a Lloyd George, y todo marcha a pedir de boca, sale un cartelito anunciando que la cosa no ha terminado aún y que continuará la semana que viene. ¿Cuántas conferencias llevan ya celebradas los principales actores de este absurdo cinedrama, cuyo título debiera ser: "Manera de sacarle leche a un ladrillo", o cosa por el estilo? Primero fue en Versalles, luego en Ginebra, en seguida en Italia... y pronto no va a quedar punto alguno del planeta donde los aliados no se hayan reunido para seguirle dando vueltas y más vueltas al originalísimo rompecabezas ese de hacer que un muerto --Alemania-- no sólo recupere de pronto, como Lázaro, la vida y la salud, sino que tenga fuerza bastante para echárselos a todos ellos al hombro y sacarlos del atolladero económico en que se encuentran.
     --Pero es que se hace la muerta para engañarnos-- gritan los peritos. --Es que puede pagar y no quiere--. Y echan cálculos, y sale a relucir una ristra de números que da grima... y nada: los miles de millones soñados no aparecen por ninguna parte. ¡Qué han de aparecer! No hay necesidad de ser profeta, ni siquiera perito, para vaticinar que no, que no han de aparecer. Basta saber que si Inglaterra y Francia, --con todo y ser tan prósperas y pujantes en relación con la nación vencida y despojada-- no sólo no han podido pagar su deuda exterior, ni aun los intereses, sino que ni siquiera pueden nivelar su presupuesto corriente, mucho menos ha de poder Alemania, --postrada y agotada como está--, cargar con sus deudas propias y con las deudas de los demás. Esto lo ve un ciego.
     Pero entonces, si lo ve un ciego, ¿cómo no lo pueden ver esos ases de la diplomacia que se llaman Lloyd George y Briand? Pues, sencillamente, porque ni lo quieren ni lo pueden ver. Están en el tal aprieto, que sólo les queda esa carta que jugar. Y el dilema es terrible pero sencillo: o no la juegan --y en ese caso firman su sentencia de muerte, porque sus pueblos respectivos (alucinados por las falsas promesas de ellos mismos) los derriban y desuellan sin piedad--, o la juegan y siguen ganando tiempo confiando, como buenos jugadores, que no otra cosa son estos políticos maromeros, en lo imprevisto, en algún suceso nuevo que cambie repentinamente el curso de los acontecimientos y les permita seguir en el trapecio.

Publicado en el blogt nemesiorcanales

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