lunes, 5 de agosto de 2013

LA CAÍDA

La creatura salió de las entrañas de la luz. Se retorció unos instantes. Sus alas fueron extendiéndose y torpemente se despegó del suelo hasta flotar frente a su creador. Era hermoso. Su piel delicada y brillante dejaba escapar destellos que iluminaban el espacio.
Escudriñó lentamente al ser que aun dormitaba, y se sintió complacido con su creación.
Dios vio que era bueno y dijo –“Eres portador de luz, por tanto, te llamarás Lucifer. Eres uno de mis custodios en la tierra y ante ti rendirá cuentas un tercio de mis Ángeles”

No debieron unirse a los hombres, dijo. Pero pasó, dije. Recorrí la tierra durante mil días y mil noches según el tiempo del sol. Vigilé de cerca que cumplieran su ciclo vital. La tierra los vomitaba por centenas, miles, tal vez, y después de formados se multiplicaban.
Procreaban una y otra vez hasta desintegrarse y volver al sueño eterno. Mis reglas fueron específicas.
Caminar por sus sendas y acompañarlos para cumplir lo establecido.
Guiarlos en el uso de su libre albedrío. Mira como caen las estrellas, dijo, lo sé. Ya no pertenecemos más aquí.
Mis alas caían a mis costados y los restos se arrastraron por el suelo hasta convertirse en cenizas. Mi tez se endureció y lo vi alejarse por los destellos fosforescentes que escapaban de las grietas de mi cuerpo. Tus decisiones marcarán tu destino. Tú y tus aliados serán malditos y la medida de su condena será la eternidad. Fuiste uno con los humanos y les diste la razón.
Ahora piensan y quieren ser como nosotros, superiores y eternos; su mente evolucionó junto a su cuerpo y ahora quieren el poder, dijo. Desean ser como tú, contesté.

Raisa Pimentel (República Dominicana)
Publicado en la revista digital Minatura 124

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