viernes, 9 de agosto de 2013

EPÍLOGO (IV)

V

          Mediante la vena amatoria, Revagliatti ensancha su registro desde lo que podríamos llamar su orilla más  convencional hasta su ampulosidad más fervorosa. Subordinado al discurso coloquial (peripecial y/o lúdico)  el tema del amor frecuenta su poesía, particularmente en las secciones “El fotógrafo cargado” y “Espasmitos espantosos” :
          “Como”: Qué bueno que el amor/ se imponga en el poema/ qué bueno que qué bueno/ yo te poemo como te amo/ te poamo.
          “¿Tropezón?” (estrofa final): No me embauqués/ cuando no sea tu propósito hacerlo/ desprestigiame de a poco/ ante mí/ prestigiame de golpe/ tropezate conmigo una vez/ que después siempre.
          Veamos qué dice Rolando de su poesía:
          -“Aun esmerándome no me imagino alcanzando una abarcadora definición de mi poesía. Sé que abunda el sarcasmo, la ironía, el humor falsamente ingenuo, la burla, el trastrocamiento. Sé también que escribí textos donde esto no aflora. Reconozco que me agrada “ponerme en peligro”, literariamente hablando. Acaso atormentado por el espectro de la mediocridad, de esa amenaza, de ese horror. Más vale morir inventando que seguir perdurando en la repetición. Más vale chillar en procura de alguna armonía disparatada que albergar el conformismo del gimoteo” (texto extraído del sitio Mis poetas contemporáneos de Gustavo Tisocco).(2)
          -“...más que la anécdota propiamente dicha, me inclino por el cómo los personajes transitan por sus pasarelas. Les cuento también lo que me sucede con los noticieros televisivos: me extasío escudriñando, no tanto el cebo de la noticia sino los gestos de los involucrados y la dicción de locutor, o las personas que aparecen por detrás de lo que es principal en las imágenes” (texto extraído de Revista Teína, abril-junio de 2004).(3)
          ¿Elegir o ser elegido por la expresión? A las propensiones, las construcciones, dice Rolando, pero esas construcciones: ¿cuánto de innato aportan, con cuánto de lectura se levantan?
          La forma, de la que apenas pueden consignarse  implicancias ligeras,  hebras finas, ¿cómo estructura su secreto?
          ¿No estaremos rumiando una pregunta inacabable?        ¿El balbuceo, el ingenio, el artefacto de Nicanor Parra?
          ¿Dónde las proporciones? ¿No hay en estos poemas algo que podríamos llamar marcas de arranque, algo arrebatado que busca definir, decirlo todo, porque todo parece que hirviera? (Y ahí está la palabra, como una  pinza de entomólogo, al acecho.) Pero además: ¿cómo  creer en originalidades a esta altura de los tiempos?

Epílogo de José Emilio Tallarico para la tercera edición soporte papel del poemario “Obras completas en verso hasta acá” de Rolando Revagliatti.


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