jueves, 8 de agosto de 2013

EL PIANO

No tuve ese don.
Sólo podía admirar
el oscuro piano apoyado en la pared.
Alguna vez toqué sus teclas.
Pero era mejor parar
antes de que el mundo se enrudeciera
escuchando los mazados
que le daba.
Era como una sombra
cuya tapa rota
servía de reclamo
a danzarinas ratas que bailaban
mejor que yo con sus notas.
Hasta los mismo rayos de luz,
conseguían tenues sonidos,
vibrantes, con ritmo.
Ah, mis amadas Musas,
que no me concedisteis ese bello don
de abrir arpegios al aire,
crear sinfonías y hablar con los sonidos.
Puertas para mi cerradas.
Otras prohibidas abristeis
para consuelo de mis ojos
en absurdos anhelos.
Diablos de la desmesura.
Ángeles que se durmieron.

Ana María Lorenzo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario