miércoles, 14 de agosto de 2013

EL NIÑO BROMO

Parpadeo la resistencia
De sus ojos que me abruman
Como dos grandes corceles,
Y son tantos los demonios
Que le salen al paso,
Que arderé en la tierra de sus entrañas
Y en la luna de su plexo solar.
He de arrepentirme con la uñas
De un sudor gastado en el relincho,
De un dolor gestado en alta mar;
Vuelve el niño bromo
Y su color para hacer púrpuras,
Las tardes que se consumen
Queriendo consumarse,
Adentrarse junto al otro
Y reconocerse al fin y al cabo,
Para conseguir casi siempre
Volver al punto de partida: al miedo.
Es mejor sofocar en ese caso
Los impulsos de todo
Lo que nos crece,
A expensas de que el amor no nos muera,
Y así vivimos
En el mayor de los pecados:
Abandonar
Aquello hermoso que nos une.

Lidia Fernández
Publicado en la revista Dos poemas y un café -Agosto 2013-

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