miércoles, 14 de agosto de 2013

EL MONÓLOGO DE E.V.N.

-Perdona –me dijo la cantinera-, todos los hombres son iguales. Yo asentí como dominada por una extraña fuerza.
Así comienza Las prostitutas de la calle M, el libro que este mes me ha llegado de manos de este joven cartero, al que, como ya he dicho en anteriores artículos, lo único que le interesa es el fútbol. Cómo echo de menos a Eladio Canteras, el anterior cartero con el que compartía libros para luego comentarlos tranquilamente bajo la higuera. Pero dejemos este asunto y vayamos al libro al que he hecho referencia, su autor es un desconocido llamado Pricenton Moliere, del que he sabido que, además de este título, tiene en su haber dos más: Las mariposas N.N, y Los pechos de Andy; títulos que, amablemente, he pedido a mi amigo Salvador Moreno Valencia, director de esta revista en la que desde hace algún tiempo escribo, espero que pueda enviarlos en próximos meses.
Ahora voy a hablaros de Las prostitutas de la calle M, es este un libro atípico porque carece de estructura convencional y tanto los personajes como los objetos van alternándose el protagonismo de cada historia; no podemos decir que este libro sea una novela, tal y como concebimos este género nada más alejado a una novela que este libro, pero ¿es un libro de relatos?, tampoco, porque los relatos parecen hilarse unos a otros, pero no los une un hilo argumental, a pesar de que las historias que se cuentan tengan inicio, nudo y desenlace, sin embargo no podemos decir que este libro sea un libro de relatos ni una novela, ¿en qué género podemos incluirlo? De momento yo no lo sé, dejemos a sus
protagonistas que sean los que decidan este hecho, tan baladí, al menos para mí.
-Mira, Elsa, los hombres son unos cochinos –dijo la cantinera mirando fijamente a la chica que acodada en la barra la escuchaba abstraídamente.
-Pero… de algo he de vivir… ¿no crees? –se apuró a decir Elsa.
-¡Pánfila! No ves que te joderán viva y luego te harán tragar su semen –se encolerizó Elsa.
El libro es una especie de diálogo que conforme avanza la acción del mismo se convierte en un monólogo porque la cantinera, Elsa y la chica que escucha son la misma personas, o al menos eso es lo que nos hace entender Pricenton
Moliere en su libro, libro, por cierto, que me ha hecho sentir cosas que había olvidado, un libro que me pone frente al espejo y me dice que nada de lo que en él veo reflejado es real; un libro que narra la vida de una bombilla, la emotiva Filomena Filamento, o las observaciones de Fluorescente Long, por citar un par de ejemplos, que desde la perspectiva propia de luminarias nos narran qué es lo que cada día ven tras sus acristalados envoltorios.
Pricenton Moliere es un autor desconocido, sí, que vive en Praga y que no gusta de exhibirse en público y que no veremos nunca en saraos literarios ni ese tipo de actos, porque él es un tipo que hace mucho tiempo descubrió que su felicidad estaba en la misantropía, descubrimiento al que llegó, precisamente, por haberle dedicado muchos años a la filantropía.
¿Cómo un hombre que se distingue por su amor a sus semejantes y por sus obras en bien de la comunidad se convierte en un hombre que rehúye del trato humano? Para responder a esta pregunta invito a los lectores a leer Las prostitutas de la calle M, porque así sabrán no solo la respuesta a esta pregunta, sino las razones que pueden llevar a un hombre, a una mujer, a un ser humano, en definitiva, a alejarse de sus semejantes.
-Elsa, sabes muy bien qué es un hombre y con qué piensa –dice la cantinera mientras sirve una bebida a un tipo que acaba de llegar, un tipo que viste un gabán de cuero que podríamos definir como vintage. La chica que escucha ensimismada a Elsa se acerca a él y le dice:
-Cuarenta dólares y te hago un completo.
-Para completos vengo yo ahora, preciosa, ¿has visto a Anita por aquí? –el tipo mal encarado se aleja de la barra y se sienta a una mesa en un rincón, saca un bloc de notas y comienza a escribir:
“La mariposa N.N es de natural tímida, a pesar de que sus alas estén compuestas por una gama de colores muy llamativos…”

Marcos Morneo
Publicado en la revista LetrasTRL 56

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