lunes, 12 de agosto de 2013

EL 4 DE JULIO

(Artículo de 1920)

     Cuatro de Julio... Washington... El pueblo americano se reúne hoy con la devoción de siempre a rendir el fervoroso homenaje a ese nombre y a esa fecha, que son como el monumento levantado, en edades ya remotas, a la majestad del pensamiento humano, por los descendientes de los perseguidos del May Flower, que vinieran a las playas de un continente, casi desconocido entonces, a librar su conciencia del encadenamiento que los tiranos de su tiempo la querían sujetar. ¿Qué mejor homenaje a esta figura y a esta fecha que recordar algunas de las palabras en que sintetizó sus ideales políticos el prócer de la independencia americana?
          "Si yo pudiera abrigar el más ligero temor de que la constitución formulada en la Convención que he tenido el honor de presidir pudiera algún día poner en peligro los derechos religiosos de cualquier sociedad eclesiástica, ciertamente que no habría puesto jamás mi firma al pie de ella; y si yo pudiera ahora concebir que el Gobierno por ella establecido viniera a ser de tal modo administrado que volviese insegura la libertad de conciencia, os ruego no dudéis de que nadie se mostraría más celoso que yo mismo de levantar barreras contra los horrores de la tiranía espiritual."

     En aquel tiempo en que el caudillo escribió estas palabras, los hombres luchaban, hasta el enardecimiento y la persecución, por principios religiosos principalmente, y ya vemos con la claridad con que formula Washington su anatema contra toda suerte de actos que envolviesen el menor peligro para la libertad de conciencia. ¡Cuán lejos estaba de su pensamiento que había de llegar un día en que los hombres encargados del gobierno de su pueblo atropellasen y encadenasen la libertad de conciencia, no ya en los enardecimientos y fanatismos producidos por el fervor religioso, sino, aguijoneados por mezquinos intereses económicos!
     ¡Con qué mezcla de indignación y asombro habría acogido el prócer emancipador de Norte América la profesía de que en el seno de su mismo pueblo habrían de llegar a ser los mismos principios básicos de aquella Constitución que él y sus compañeros le legaron orgullosos a su raza, considerados como cosa subversiva y penable en boca de los disidentes económicos de hoy, herederos de los disidentes religiosos de ayer!
     Como una ironía de la historia, quizás en el momento en que atruena los aires el eco de las manifestaciones de entusiasmo que provoca el recuerdo del fundador de la independencia, la Convención del Partido Demócrata reunida en San Francisco habrá proclamado candidato a la presidencia de los Estados Unidos a Mr. Palmer, precisamente el hombre que más se pronuncia en los tiempos actuales como antítesis viva de todo lo que en materia de ejemplaridad cívica se destaca de la obra y de la personalidad que hoy conmemora Norte América.
     Mientras en todas las ciudades, hasta las más humildes, se rinde hoy culto a los principios de libertad encarnados en la noble y austera figura de Washington, aquel prócer que con tanta angustia se asomaba a la perspectiva del menor peligro para la majestad de la conciencia humana, muchos hombres, y entre ellos la figura mansa y evangélica de Eugenio Debs, están sepultados en sombríos y espantosos calabozos. ¿Qué delito cometieron estos hombres? No otro delito que el de manifestar en voz alta y sincera lo que pensaban acerca de la guerra. He ahí cómo las barreras que quiso poner Washington como salvaguardia de los gobernados contra la opresión de los gobernantes no fueron suficientes. La conciencia humana sigue encadenada... y seguirá estándolo mientras la igualdad política que introdujo la revolución francesa siga siendo sólo una ficción legal debajo de la cual es fácil descubrir la realidad innegable y espantable de un estado de vasallaje económico que fabrica parias en vez de ciudadanos.

Publicado en el blog nemesiorcanales

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