2881
Primavera feliz, larga, tardía,
rebasando verano, otoño, invierno,
que no osan protestar ni aparecer.
Dorada madurez, antología
de cuanto íntimo, erótico y eterno
ni en sueños realizábamos ayer.
2882
Yo te hice luz, porque con luz soñaba;
de llama te vestí, de fogonazo,
viviendo de mi brasa y claridad.
Pero al ver que esa luz se me apagaba,
la sombra que nació perdió el abrazo,
y ahora mismo ni es sombra de verdad.
2883
Me olvido de mí mismo, y la memoria
te trae a mí, flor de arrayán, desnuda,
rostro de novia, cuya blanca euforia
a mis sentidos lúbrica se anuda.
He dejado de ser quien antes fuera,
y modelas la pulpa resultante
con roce de ángel e ímpetu de fiera,
y me adjudicas calidad de amante.
2884
La fe mueve montañas, y yo creo
que, al redoble sutil de mis cuidados,
se habrá de producir el tambaleo
que ponga en marcha cerros y collados.
Irán, no importa adónde, y su partida
más que esperanza gestará certeza.
Tú también quedarás estremecida,
y en ese punto es que el amor empieza.
2885
Sé gentil, que la furia empequeñece,
y alcanzarás la cúpula del pino,
y su propia viril solemnidad.
La palabra sedosa permanece,
y el grito no es sino algo repentino
que muere de su misma hostilidad.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
martes, 13 de agosto de 2013
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