jueves, 15 de agosto de 2013

AMOR

Es un vaciadero de basuras tecnológicas… ¿O son los restos de alguna clase de batalla del futuro? Un ser metálico con aspecto de hombre se recuesta en una de las oxidadas paredes, observando la llegada de una bellísima mujer. Ella es grácil y felina, aunque de ojos tristes. Se acerca, mira al hombre con interés, sonríe y luego comienza a quitarse la ropa con lentitud, al ritmo de un blues electrónico. El ser con forma de hombre desliza sus ojos-cámara desde la cabellera dorada y abundante de ella a sus impresionantes piernas, que ya están totalmente a la vista. Ella sigue desnudándose, mientras sonríe con picardía. La ropa cae y el hombre-máquina observa el balanceo de los magníficos pechos. La cámara se centra largos segundos en esos pezones que parecen llamar a gritos una caricia. Luego se mueve velozmente, apunta el pubis, el pequeño ombligo, la cara perfecta. Ahora desnuda del todo, ella sonríe con mayor amplitud, levanta una mano, desprende la piel del extremo de uno de sus dedos y le muestra, riendo, el metal brillante que se oculta bajo ella. Luego desliza la capa entera de piel, como si fuera un guante, retirándola de su brazo con un suave movimiento, pleno de sensualidad.
En el blues, la guitarra grita. Son sólo unos segundos más. Ella queda absolutamente desprovista de todo toque humano. Es una grácil figura, felina, brillante y metálica, sonriéndole al hombre de metal con unos helados dientes de titanio.
El hombre está quieto. No expresa nada en su cara inexpresiva. De pronto, alza una mano que en realidad es un horrible garfio de sólo tres dedos y se arranca brutalmente una franja de aluminio de la cara. Tras ella se observa un trozo de piel, unos ojos enrojecidos, una lágrima apenas visible que se desliza lentamente hacia el suelo.

 Eduardo J. Carletti -Argentina-
Publicado en la revista Ficciones Argentinas

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