Cada erótico desliz
del jaguar tabasqueño
cada rugiente tórrido fornicio
en la noche jaguara de
Carlos Pellicer
arroja surreales consecuencias:
a)
un colibrí que echa a cantar
b)
una mancha en la piel
de aquel felino pecador
(así lo ha revelado el poeta
Corcuera, Arturo
peruanísimo peruano
del Perú
quien de amor
y jaguares mucho sabe)
Habrá que escoger:
amar como quien llueve
frenéticas alitas
O como aquel que entrega
su semen de
palabras
al animal
mandato
de la selva
a la garra
que asfixia
toda voz
Jorge Ariel Madrazo
Publicado en la revista Fijando Vértigos
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