jueves, 15 de noviembre de 2012

EL MAGO SABÍA IRSE DE GARUFA


No por nada el Mingo Echeverri, cachuzo a besos y descolao de abrazos más los puños gastados en mesas de escolaso y otras infracciones hechas sin mala intención, tuviera esa autoridad para frenarlo al Victor Soliño, uno de los responsables de ‘Garufa’, afrenta que tantos televisivos y radiales creyeran un hermoso tango. ‘Oiga mocito’ le dijo el Mingo al Soliño, ‘usté y sus dos amigos son unos reciènvenidos a lo popular verdadero y por eso se ensañaron contra un pobre tipo que durante la semana meta laburo y el sábado se cree un doctor. ¿Y que tiene eso de malo para quien como usté la juega de no gorila ni de reaccionario? Déjese de joder mi amigo, por favor, y tenga más ojo con la gente del barrio La Mondiola’. Y ahí levantó el índice para que el otro le respondiera ‘si usted Echeverri supiera donde queda ese barrio’, algo que sobre el pucho el Mingo abarajó: ‘eran ranchos y casillas de madera a lo sumo de dos ambientes alineados en la costa uruguaya de Punta Carretas a Malvín, escribió usté mismo, no se olvide’. Así que el Soliño bien solo balbuceó ‘una zona donde se dejaba actuar con medida tolerancia a esa gente’, suficiente para que el Mingo le advirtiera a ese también autor de ‘Niño bien’, ‐ otra descalificación aristócrata‐ ‘camine con más ojo y no sea atan gil.
Porque eso de meterse con la vieja que aprecia en su hijo a un bandido que se divierte, es una bajeza
infinita y si usté quiere ridiculizar a un trabajador crezca y no sea tan pelotudo. Y primero revise que si ese mismo Garufa se aviva un día que él no es un rana fenomenal sino un chabón explotado y tomado en joda, en vez de llegar a la milonga en cuanto empieza agarra un fierro y al primero que le revienta el marote es a un rufián alcahuete de su estilo’.
Fue implacable el Mingo y casi le mete un sopapo al Soliño ese, además de insultar y a tantos otros
fabricantes de opinión tan lejos de él, Periodista Especializado. Pero claro, el gran tributo al laburante que sale a divertirse ya lo había hecho el mismo Gardel, al decir que Garufa más que un tango era una ‘gilada’ que él no pensaba cantar. Casi nada lo del Morocho.
El Mingo Echeverri también fue iniciador de la rubia Mireya que en realidad era la hermana del loco Cepeda; un chabón y hermano muy celoso. Alguien dijo que se psicoanalizaba el fulano, un tipo que la acompañaba al baile de Hansen y dos por tres le daban alguna piña para piantarle la hermana. Sí que fue triste la vida del guapo Cepeda, casi tanto como la de Margarita, tan agrandada al creerse Margot hasta venirse ‘guarda abajo’ en una patineta vertiginosa. Pobre mina que calentara tanto al Celedonio Flores por 1920 y a la que el Mingo, medio en curda eso sí, una noche de reyes le pegó una biaba silenciosa, ‘como hay que darle la biaba a las minas y a los subversivos’, dijera algún almirante, de funyi, por 1978. Pero bué, el Mingo la sacudió porque la vieja de Margot, pobre vieja, lava toda la semana pa poder parar la olla con pobreza franciscana mientras ella la va de partenaire en No Sé Qué, Bataclán.
Y a pesar de esas hidalgas contradicciones el Mingo, sugeridor del eche mozo nomás écheme y llene
hasta el borde la copa de champán, es a quien reverenciamos y nada más. El que le criticara en 1928 a Rodolfo Sciamarella ‘llevátelo todo mi pilcha y mi vento pero a ella dejala porque es mi mujer’ sin aguardar la opinión de la jermu y asunto que tanto atrasó la igualdad de género que en el tango tiene menos hinchas que los feministas. Y por eso mismo el Mingo Echeverri alguna vez le aconsejó al Santos Discépolo ‘vos sos hermano de Armando, así que aflojá con eras mujer, pensé en mi madre y me ensarté y seguir culpando a las minas que si no te afanaron, se fueron’. Y hablaron de esa bronca que algunos llaman ‘misoginia’, mirá vos, y al fin de su carrera el narigón Discepolín con Mordisquito bien se liberó al entender que esas terribles fulanas que él tanto despreciara, eran las laburadoras que madrugaban para ir a enfermarse de pelusa en los pulmones en la Alpargatas o congelarse en fosforeras y frigoríficos. Y bué, con ese tema el flaco ‘un poco se retrasó’, dijo el Mingo, pero cuando Discepolín entró en razones, todo dicho señoras y señores...
Lo mismo esas pequeñas broncas poco le quitan al Mingo Echeverri, milonguero, sensiblero, cabaretero, milonguero y otros eros, más hacedor de casi todos los ones; corazón, bandoneón, pasión, desilusión, tropezón que cualquiera da en la vida y emoción, un on que los cantores de hoy no despliegan mucho porque se les cae el peluquín. Pero el Echeverri además de ser la voz de mi Buenos Aires querido no habrá más penas ni olvido, ideó a ese grandioso sonreidor y cantor Carlos Gardel que pudimos conseguir, y una vez casi jugando les preguntó al Sebastián Piana y al Cátulo Castillo ¿dónde estará mi arrabal, quién se robó mi niñez, en qué rincón luna amiga volcás como entonces tu clara alegría? Un capo el tipo, no me digan.

Eduardo Pérsico
Publicado en la revista LetrasTRL 41

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