domingo, 11 de noviembre de 2012

DEL "AGUANTE MOROCHA" A LA "CRISTINAMARÍA"


Escribe ALFREDO GRANDE especial para La Tecl@ Eñe 55

“si hubiera igualdad no sería noble y desde ya, menos estaría sentada en un trono”
(aforismo implicado)

¿Cómo medir las bondades y maldades de un momento cultural? A mi criterio, no es suficiente consensuar donde ubicamos al Absoluto Mal. Es necesario, pero si fuera suficiente, nunca podríamos superar la antinomia “democracia/dictadura”. Pero aún: la dictadura sería el extremo límite de toda democracia, que tensaría cualquier conflicto en cualquier condición, con tal de no vulnerar en sus cimientos el Estado de Derecho. Sabemos que en la guerra el que piensa pierde.
El que no piensa también. Los únicos que ganan son los industriales de la maquinaria guerrera. Pero en democracia, pensar no es un derecho, sino que también es un deber. Quizá el derecho a pensar sea el mas fundante de los derechos humanos. O al menos, el derecho que le da sentido a todos los demás. Pero pensar no es repetir. Pensar no es asentir. Pensar no es fotocopiar ideas. Un destacado funcionario dijo no hace mucho “los peronistas no somos libre pensadores”. Me sorprendí, porque entiendo que los peronistas son pensadores, y no hay pensamiento sin libertad de pensar. El fascismo, incluso el fascismo de consorcio del Jefe del Operativo Deshaciendo Buenos Aires, tiene como marca registrada el no pensar. El balbuceo, tartamudeo, babeo de algunas palabras no alcanza a dimensionar la complejidad del pensamiento. Pero sabemos que el fascismo no busca que se piensa, sino que se obedezca. Cultiva el pensamiento único y en el mejor de los casos, un único pensamiento. ¡Heil Macri! podría ser una forma sucinta de resumirlo. La profecía kirchnerista empieza uniendo dos polos antagónicos, incluso incompatibles. Capitalismo Serio y Derechos Humanos. Digamos la UIA y las Madres embarcados en el mismo modelo, nacional y popular. Estas alquimias fueron inventadas por el General, pero era necesario un determinado momento histórico (la posguerra) y un liderazgo donde se mezclaba por partes casi iguales talento, ambigüedad y oportunismo. No habrá ninguno igual, y la siniestra caricatura que encarnó Menem costó tanto o más que la dictadura cívico militar. Pero la roca viva del kirchenerismo no es el menemismo, mas allá de que su marca estuvo desde el antes del después, en la candidatura de Scioli a vicepresidente de Néstor. La roca viva es el 2001, la pueblada del “que se vayan todos” que puso al rojo vivo la durabilidad de la representación como recurso de la democracia. Duhalde heredó la convulsión social y política. Y para que quedaran dudas de que la salida, no ya de la convertibilidad que fue la más brutal devaluación, sino de los protagonismos populares, para que quedaran dudas la masacre del puente Pueyrredón dejó claro que no había otro proyecto que la restauración de la partidocracia. Por eso nace la transversalidad, para romper la decadente partidocracia liberal. Lamentablemente, se transversaliza por derecha y entonces aparece Cobos que traiciona al radicalismo. Luego sigue en el camino que ya había transitado para ser vicepresidente. Ahora la receta no cambia, aunque cambia el genérico. Boudou, el Amado, el que barre con el único camporista del Gobierno, aparece como vice de un proyecto nacional y popular del cual siempre ha sido y es completamente ajeno. Claro que para las ropas del Poder cualquier sastre hace los arreglos necesarios. Pero es tan evidente la berretada, que todo empieza, sigue, continúa y termina en la Presidenta. El alucinatorio social que algunos llaman la re-re-elección hace evidente que el renacer tan mentado de la política es apenas un resurgimiento, un reverdecer del denominado culto de la personalidad. Dije una vez: “no son las Madres las que tienen que agradecer al Presidente, sino que es el Presidente el que tiene que agradecer a las Madres”. Y agrego: a todos los luchadores, militantes del campo de la izquierda clasista y combativa, que durante la dictadura militar y la hegemonía civil del menemato, mantuvieron las consignas y las peleas por formas y fondos de mejor democracia. La Presidente dijo en un discurso que el ADN del peronismo era militar. Tiene toda la razón. ¿Pero eso que implica? Nada menos que la subordinación, aunque pueda quedar algún valor. La subordinación, incluso a nobles ideales, es mas que derrota, fracaso. El ideal al que me subordino termina siendo un  ideal mortal. Una idealización. Y perdemos por aquello que siempre habíamos luchado. No es suficiente decir que “soy peronista, no soy revolucionaria”. Hay que demostrar, más allá de asignaciones, leyes de medios de comunicación que fueron trabajadas durante décadas por organizaciones populares, que no está pactando con sectores contrarrevolucionarios. Ya sabemos que aunque los ´90 se vistan de seda, ´90 se quedan. Desde la ley antiterrorista, el oligopolio de Mr. Slim, la ludopatía de Cristóbal López, la devastación de la megaminería a suelo y cielo abierto, mucho habrá para criticar, cuestionar, incluso combatir. Pero si el solo intento de ejercer un acto de oposición, nos hace aptos para recibir el anatema de gorila, golpista, videlista, entonces estamos y estaremos en problemas. Sonría, lo estamos injuriando. Propongo reemplazar los crucifijos por esa sentencia, muy afín a los momentos actuales. La manía es el mandato de estar alegre. El mandato de Cristina no le hará bien ni siquiera a la Presidenta. La demonización de Scioli menos. Con la política rogando y con el mazo dando. ¿Vendrán otros tiempos con más olvidos? Lo nacional y popular no agota los procesos de emancipación. La izquierda clasista y no clasista tiene derecho a ejercer su pensamiento crítico, resistiendo los embates discriminatorios que la colocan siempre como idiotas útiles o inútiles de la derecha. Los enemigos sabemos donde están. Y aunque Clarín siga mintiendo, no son pocos los que han aprendido del monopolio y mienten porque saben que algo siempre quedará.

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