La cantante calva
convocó la reunión
con esquelas en los cristales de los coches
y en las esquinas de los semáforos.
Colocóse el mandil por bandolera,
embadurnando hasta la náusea
el cubo de la fregona
con cola de caballo
y pegamento en barra,
y dispúsose a zaherir en cuclillas
a los siervos de la gleba de la política.
Señores,
las huestes de la miseria os saludan.
Mientras,
en la calle,
corrillos de zascandiles
vituperan al próximo gregario consorte
y la cantante calva
bufa cual rinoceronte en celo
buscando pañales de oxitocina
entre las sombras de la nada.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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