La lluvia al fin dormida, y la sonrisa
del sol en amplitud sobre la plaza.
A través de la mesa en la terraza,
me hablan tus ojos, y a su vez la brisa
se enreda en tus cabellos, e improvisa
ternuras onduladas, y te abraza
como lo haría yo. Sobre la taza
el alma del café se alza indecisa.
Mi alma también se yergue y titubea
sin atreverse a sugerir la idea
de adosar a tus cúpulas mi piel.
Esta tarde de abril es una fiesta
de luz y de color, mas sin respuesta
a mi callada insinuación de miel.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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