lunes, 15 de octubre de 2012

LA ABUELA DEL ESTANQUE


Por Jaime Arturo Martínez

Antes de cumplir 5 años mi madre enfermó de tifo, mi abuelo vino por mí y me llevó a San Andrés de Sotavento, para que no me contagiara. Allí vivía él con mi abuela Digna Rosa Macea. De vez en cuando, íbamos a la finca Palo Prieto –En Flecha  Sevilla–. Muy cerca de la casa de esa finca, había un estanque rodeado de árboles. Por las mañanas, mi abuela me llevaba a sus orillas y nos sentábamos en enormes raíces. Ella sacaba de la cartera un cuaderno y un lápiz y empezaba a escribir en silencio. Después de almorzar mi abuelo, que era analfabeta le pedía que le leyera lo que había escrito, yo escuchaba aquellas palabras que repetían los lugares y acciones que acabábamos de ver en el estanque, pero esta vez, las palabras traían música y minuciosos detalles, que yo no había notado. Durante esos meses que estuve con ella pienso, que me colgó un morral para que empezara a guardar allí las herramientas de este oficio que tengo entre manos. Aprendí, por ejemplo, que los colores tienen infinidad de tonos y que por ejemplo, el verde puede ser: jade, esmeralda, helecho, lima, menta, oliva, bosque, caribe, oscuro, musgo o verde aguacate. Cuando ya yo sabía leer, ella me prestaba su cuaderno y me di cuenta que lo que ella pergeñaba no se parecía al lenguaje habitual, las descripciones de aquellos paisajes y de aquellas gentes, tenían una respiración, un movimiento y era como si las palabras fueran seres vivos que me hablaban. Entonces, guardé en mi morral mi primera herramienta: observar el mundo hasta la médula, reconocerlo en sus formas y colores y de amar y respetar las palabras como a mí mismo. Mi abuela ya sabía por experiencia propia que “los límites de mi lenguaje son los límites del mundo”, como lo expresara el filósofo Ludwig Wittgestein, pensamiento este que es más atinado que una fórmula matemática. Esta décima es para la abuela: LA ABUELA DEL ESTANQUE.  Esas aguas son la eterna / Acuarela del instante / Que permanece constante / En el cielo que encuaderna / La inocencia que aún inverna / En el paisaje boscoso / que contemplaste gustoso / Con los ojos de la infancia / Abuela, tú aún escancias / Versos de aguas eternas?

Publicado en el periódico digital La Urraka Cartagena

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