La mujer del pañuelo blanco
pasa al lado del foco celeste de la estatua.
Más allá de la plaza, abre el manojo de acelga
y la casa se llena con el vapor del agua
como cuando poblada por abrigos caseros
y bufandas tejidas en los viajes.
Es la hora salvaje de los álbumes
que alguien verá algún día
( sin reconocer)
cuando funden de nuevo esta ciudad
otra vez sobre tierra y sobre huesos.
Del libro Actas de JOSÉ CEDRÓN -Argentina-
Publicado en Navegaciones 4
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