a C.M.
Murió la historia interminable.
Ojos iniciados conocían el fin,
los gestos, miedos, la parodia,
las ansias, la mímica, el amor,
la avaricia de amor, la locura.
Lento, todo, eslabón a eslabón,
los surcos de lágrimas secaron,
con cicatrices hermosas, la faz
de lo vivido como dolor eterno,
convirtiendo el eco polvoriento
de las ansias de ser y enamorar
en la conquista de la galanura.
El ardor del ego se hace verdad
si la fe mueve montañas, reseca
sedientas tempestades y acicala
la corteza de la cegada ternura
es porque la pasión indisoluble
de amor indudable lo puede todo
porque aquel que resiste, gana.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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